Cuidar al cuidador
En gran número de hogares españoles (se habla de más de un 5%) un miembro de la familia cuida de personas que han perdido su autonomía, por su edad o a causa de alguna enfermedad.
Casi siempre, esta persona es una mujer madura, que no ha recibido ninguna preparación especial para ello y que dedica su vida a tal labor. Sencillamente atiende por cariño (aunque hay caso en que lo hace por obligación) y lo mejor que sabe y puede.
Sin embargo, también hay casos en que el cuidador es un tercero, empleado de hogar, contratado para acompañar y atender al mayor o discapacitado en todas sus necesidades dentro de un horario determinado. En general, es una idea generalizada que prestar esta atención se entiende como una obligación moral que dignifica tanto al cuidado como al cuidador. Pero no hay que engañarse porque existen situaciones en que económicamente no se puede hacer frente de otro modo.
En cualquier caso, el cuidado de una persona dependiente lleva consigo una serie de exigencias que nunca debe hacer olvidar las propias necesidades del cuidador, que debe estar en forma y recuperarse a diario del trabajo físico y psicológico de toda la jornada. Para ello no se deben dejar de practicar una serie de hábitos saludables.
En primer lugar, hay que organizarse: en cualquier trabajo es básico determinar qué es lo importante y qué es innecesario o sencillamente secundario. En muchas ocasiones se gasta tiempo y energía en tareas que podrían dejarse sin hacer, aunque nos gustara poder llegar a ellas. Hay que desechar aquellas tareas que puedan sobrepasar al cuidador.
Durante ese tiempo ganado el cuidador podrá salir de casa para comprar, hacer gestiones o simplemente caminar. De este modo se evitará el demoledor aislamiento y se aprovechará para hacer ejercicio. Y esto obligará al cuidador a atender a su aspecto personal, pues en muchas ocasiones también descuida su propia salud.
Siempre que sea posible es aconsejable acudir a los centros de día, donde pueden atender a la persona discapacitada o al mayor durante unas horas. Además, allí se podrá relacionar con otras personas, practicar juegos o hacer ejercicios de recuperación.
Considérese siempre la posibilidad de pedir y recibir ayuda. El cuidador no es un héroe de tebeo y tiene sus límites. Pedir ayuda no implica debilidad.
Es importante dormir lo necesario, pues se trata de una función vital. El sueño repara la fatiga y hace que se equilibren las emociones y las tensiones. Es aconsejable echar mano de alguna técnica de relajación que ayude a conciliar el sueño.
Y en cualquier caso, el cuidador debe hablar con el médico de familia y dejarse aconsejar para evitar caer también enfermo.