Esos pequeños frutos secos rojos: las bayas de goji

El origen de esta especie no está claro, pero ahora se cultiva en muchos lugares del mundo, principalmente en China. Los árboles alcanzan entre 1 y 3 metros de alto. Sus hojas son lanceoladas y los árboles florecen (en el hemisferio norte) entre junio y septiembre para madurar entre agosto y octubre, según la latitud, altitud y clima del entorno. Aunque se habla generalmente de goji tibetano, es dudoso que la producción de este producto en el área del Tibet pueda surtir al amplísimo mercado actual del producto.

Cada pequeña baya de goji (Lycium chinense y Lycium barbarum) contiene carotenoides, solavetivona (que tiene propiedades antifúngicas y antibacterianas), ciperona (con actividad beneficiosa para el corazón y la presión sanguínea), betaína (mejora la memoria y el nerviosismo), luteína y zeaxantina (para prevención de problemas oftalmológicos), betasitosterol (antiinflamatorios), ácidos grasos esenciales (importantes para mantener el buen funcionamiento del sistema nervioso y del cerebro así como la producción hormonal), betacaroteno, fósforo, selenio, calcio, cobre, hierro, zinc y vitaminas E, C, A, B1 y B6. Por todas estas propiedades las bayas de goji se utilizan en la medicina china desde hace 2000 años y se han llegado a denominar “diamantes rojos”.

Se suelen utilizar estos frutos secos, sin necesidad de hidratarlos. Se han venido usando habitualmente en la medicina china para prevenir el envejecimiento prematuro, para controlar el índice de azúcar en sangre, fortalecer el sistema inmune, estabilizar la tensión, proteger la función hepática y mejorar la visión. También se están iniciando ensayos clínicos para comprobar su posible efecto beneficioso en los tratamientos contra el cáncer.

El goji también tienen usos culinarios. Forma parte de la preparación de arroces, ensaladas o incluso guisos de carne. En la actualidad se sirve también como aperitivo pues tiene un sabor agradable cuando se toma directamente como hacemos con las uvas pasas.